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limitadas y forzadas del sujeto. La mayoría de los profesores nunca sabían dónde
almacenaba éste las informaciones que le transmitían, por tanto, no se preocupaban del
camino que conducía a este almacén. Cualquier elemento transferido, fosilizado o
prestado tiene una ruta
y un procedimiento antes de establecerse en el conocimiento del
sujeto. Por esto, el profesor no sólo debe saber cómo funcionan estos sub-procesos, sino
además cómo controlarlos y dirigirlos hacia el camino más fácil y breve, ahorrando
esfuerzo y tiempo.
La anatomía de la lengua o del sujeto es una operación compleja que no puede
realizarse sin una estricta y profunda especialización. Los métodos utilizados en la
enseñanza de idiomas, desde el más primitivo hasta el multimedia, se preocuparon en
perfeccionar las herramientas del profesor, sin prestar ninguna atención a los dos
elementos más importantes en el proceso: la lengua y el sujeto. Cuando intentaron
simplificar la lengua, la degeneraron, y cuando quisieron aligerar el peso del sujeto, le
cargaron con otros fardos. Aunque el sujeto haya sido siempre el objetivo de todos estos
métodos, la realidad demuestra que siempre ha sido la víctima.
El pragmatismo lingüístico implica una racionalización integral del proceso de
adquisición que respeta, tanto la identidad de la lengua, como la inteligencia del sujeto.
Este pragmatismo no privará a la lengua de sus consideraciones, tradicionalmente,
idealistas, pero dejará de tratar a la persona que la recibe como el magnífico Gargantua
que debe tragar informaciones desclasifacadas hasta confundirse con los mínimos
elementos. El sujeto puede recibir, gestionar y comprender los datos de forma lógica y
racional. Lo que hace falta, entonces, es un diseño metodológico que tenga en cuenta
estos hechos.
El mecanismo de la Lengua Escalera es una metodología exigente, que concuerda
con la tendencia general hacia la adquisición de varios idiomas. Su objetivo no es,
únicamente, la adquisición de la nueva lengua, sino además la conversión de L2, durante
su funcionamiento como LE, en segunda lengua materna lengua madrastra. Por tanto, el
profesor debe disponer de una segunda lengua para poder realizar esta teoría. Es absurdo
que las personas implicadas en la enseñanza, a lo largo de la historia de la didáctica de las
lenguas extranjeras, hayan sido mayoritariamente monolingües. A través de la segunda
lengua conocemos la nuestra propia, y sin ella no seríamos aptos para entregar a otras
personas sus llaves y las de la lengua materna. Estos argumentos no han nacido en el
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