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presencia provoca al traductor, prácticamente, en todos los niveles de la jerarquía
traductiva. Se manifiestan en los mínimos elementos del TO, y le acompañan hasta los
últimos detalles de la tarea de la traducción.
En cuanto a la cuarta categoría, los problemas suelen ser menos conocidos pero más
graves. Desde siempre, la traducción ha sido la manifestación pragmática del aprendizaje
de idiomas.
Es decir, la explotación del conocimiento lingüístico en la realización de
tareas pragmáticas. Pero, cuando este pragmatismo es muy específico y poco definido, el
problema de la traducción se convierte en una lucha entre el traductor y el receptor. Si los
intereses del receptor no coinciden con el servicio, que ha proporcionado el traductor a
través de su ‘suposición’ pragmática de la finalidad del texto, la labor del traductor sería
inservible. Cuando el TO implica un mensaje “m”, por ejemplo, el traductor pretende
transmitir el mismo valor de este mensaje en el TD. La lógica del traductor, (en ausencia
de instrucciones precisas por parte del receptor), presenta al receptor el mensaje tal como
es en el TO, es decir, “m”. Si los intereses de éste requieren la transformación de “m” en
mp”, donde “p” representa la finalidad pragmática, la tarea del traductor es la de
encargarse de construir el hilo
indefinido
que enlazaría “m” con “p”. Lo cual, en la
mayoría de lo casos, es irrealizable.
El resto de los problemas en la traducción no son más que dificultades subjetivas
que se relacionan, únicamente, con el traductor mismo y con las condiciones específicas
de su trabajo. Varían, entonces, de un traductor a otro.
                                                                                                                                                
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Lattimore, Richmond. 1959, Practical notes in translating Greek poetry. In Brower, ed., On translation
(q.v.), pp. 48-56, citado en Nida (1964:148).
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