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b) La transferencia de préstamo.
Aunque la mayoría de los investigadores atribuyan cualquier tipo de transferencia
al conocimiento previo de L1, la transferencia de préstamo se debe, según Odlin
(1989:12), a la influencia que tiene L2 sobre las lenguas previamente adquiridas. Es
decir, a la influencia de los nuevos conocimientos sobre los que están ya adquiridos.
En este tipo de transferencia la lengua perjudicada es, normalmente, L1. Y el factor
responsable de su generación es, principalmente, la semejanza entre las lenguas. Cuando
las lenguas en cuestión comparten algunos aspectos, estos serán fácilmente asimilados,
hasta el punto de no poder distinguir qué aspecto es nativo y cuál es intruso. Mientras en
las lenguas diferentes siempre es posible, gracias al carácter específico de cada una, la
identificación de cualquier elemento extraño.
La transferencia de préstamo empieza generalmente a nivel léxico; por la necesidad
de observar las influencias culturales que impone L2 sobre L1, y se extiende después a
todos los niveles. Esta influencia puede llegar en su extremo a un estado de diglosia
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(como el caso de algunos sectores sociales en Jordania y el Líbano), o una lengua
compuesta del tipo ‘pidgin’ (como en los países árabes del Norte de África, destacando
Túnez y Argelia).
Este comportamiento se manifiesta en las últimas fases de la adquisición de L2, es
decir, después de alcanzar un nivel de maestría. Se debe al hecho de que ninguna lengua
es perfecta, lo que se puede expresar en una, no puede expresarse en otra. Esta realidad
obliga a los individuos bilingües o políglotas a buscar en sus lenguas los elementos de los
que carece la lengua materna. Los monolingües suelen estar convencidos de que con L1
pueden percibir el mundo perfectamente sin que les falte
ningún elemento expresivo ni
receptivo. Sus contactos con otras lenguas les demuestran claramente que sus lenguas
maternas no son completas, o por lo menos, no son útiles, en algunos aspectos, para
interpretar perfectamente su entorno. Cuantos más idiomas sabemos, más elementos nos
faltan, porque se nos presenta el ámbito concreto y abstracto cada vez con más volumen,
y descubrimos entonces que las lenguas que sabemos no son eficaces por separado.
A principios del siglo XX, la lengua árabe empezó a renacer después de cinco
siglos de abandono forzoso bajo el Imperio Otomano. Este tiempo de ruptura en el
desarrollo lingüístico natural, paralelo al avance mundial, dejó al árabe aislado del resto
                                                
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Cfr. Suleiman (1985)
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