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transitoria, hasta que se alcance la situación de bilingüe. Entre las dos
situaciones, bilingüismo y conocimiento de una L2, no tiene por qué haber
diferencias tales como edad
de adquisición, situación social de las dos lenguas,
contextos de adquisición, etc., (...).”
Es decir, durante la fase que precede al bilingüismo se pone en marcha el proceso
de nativización que implica la asimilación de todo nuevo “input”, hasta conseguir su
perfecto dominio. Esta fase de nativización depende, según Slobin
(1983:247), de los
funcionamientos internos del proceso de adquisición. Todos trabajan en tándem para
alcanzar un estado de bilingüismo antes del cual todo lo adquirido
queda considerado
nada más que como conocimiento de L2.
De todos modos, vuelvo a recordar que todavía no existe una medida clara del
grado de conocimiento que pueda calificar a un sujeto como bilingüe. El nivel de control
de L2 y la acumulación de experiencias no constituyen un índice que pueda aplicarse a
los caso de posible bilingüismo.
En algunos casos, el bilingüismo puede conducir a un estado de monolingüismo.
Cuando una de las dos lenguas amenaza a la otra, por varias razones, una de las dos
puede, según Dorian (1983:158), llegar a extinguirse:
“When a speech community is in the process of language shift, individuals
typically appear who show differential acquisition of the competing languages.
At first, community members are likely to speak the threatened language better,
and to have difficulties with the language that is posing the threat. With time,
however, the situation reverses, and speakers appear who control the threatened
language rather poorly but have acquired the other language, the one that is
posing the threat, extremely well.”
La transformación del monolingüismo en una lengua al monolingüismo en otra, a
través de un estado de bilingüismo, es el camino que conduce normalmente a la extinción
lingüística.
Para terminar, se estima necesario mencionar el hecho de que las personas
bilingües, o las que poseen una segunda lengua, usan más cerebro que los monolingües,
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Alber y Obler (1978), citados en Dulay et al (1982:9)
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